Belleza y tristeza


Te programás para que todo vaya bien. Te miraste al espejo, te sonreíste y te dijiste: “hoy a va ser un gran día”. Compraste pan para desayunar en la oficina. Miraste el cartel de “se vende musso” y sentiste el impulso de agregar “¿inspirador?”. Caminás rápido porque siempre te falta tiempo. De repente un hombre se te acerca corriendo y te grita cosas irreproducibles sobre tu culo y te quiere tocar. Pensás en tus estudiantes que se burlan de vos porque siempre les decís que no se acerquen demasiado, que no invadan tu proxemia. Un escalofrío horrible te atraviesa y es como si se detuviera el tiempo. Desagradable. El tipo te vulnera, te ataca, te reduce a un pedazo de carne. Nadie mira. Nadie te ayuda. “Esta es la sociedad en la que vivimos. Cada uno encerrado en su propia miseria”, te decís. Y te preguntás si acaso la belleza o la celebración podrán acabar con tanta violencia. Y te respondés que sí, que la belleza es infinita, cuando una pareja avanza en dirección contraria y el hombre se retira.

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