febrero en la ciudad

Camina por la vereda atestada de gente y siente un extraño olor a podrido. El agua de los ríos baja turbia, marrón, llena de sarro y tierra. Insuficiente para los muchos habitantes de este pueblo que, poco a poco, va convirtiéndose en una gran ciudad. Ya no se conocen los vecinos y las caras son poco amigables en los espacios comunes, como veredas, plazas y bares. La estética contemporánea arrasa con la arquitectura local de adobe y paja. El olor de la ciudad ya lo invade todo. Pero en la temporada de lluvias se va tornando un poco ácido, rancio. No puede evitar el pensamiento recurrente de los basurales a cielo abierto. Nunca le preocupó la ecología pero, desde que descubrió que iba a ser madre, se plantea qué le dejará a su hijo, si ni siquiera puede contar con un lugar para que viva una larga y saludable vida. Piensa en su niñez, las rodillas siempre lastimadas, la ropa sucia y la risa. Sus tías abrían una lata de duraznos al natural y le dejaban tomar el jarabe empalagoso cuando se caía y “había sangre”. Le cantaban una canción sin demasiado sentido de tipo sana, sana, colita de rana, si no sana hoy, sanará mañana. En ese entonces, ella no pensaba en el sentido ni en el significado de las palabras, sino solamente, en sus efectos. Todavía piensa en el poder mágico de las manos de su madre para sanar esas heridas al caer tantas veces sobre la tierra húmeda de febrero. Su hijo no jugará en el campo y no podrá explorar la ciudad con un grupo de niños en bicicleta. Ahora los niños son rehenes en casas enormes, lujosas y herméticamente cerradas. Pero lo que más le preocupa es el olor a basura que invade la ciudad. Las caras desconocidas y hostiles. El clima y el agua hostiles, también.

¿dónde jugará esa criatura que se abre paso en la inhóspita geografía de su cuerpo? ¿qué olores percibirá? ¿se acostumbrará a una vida de privaciones y basura? Esta será la única realidad que él (o ella) conozca y no tendrá por qué enterarse si quiera de la infancia de poderes absolutos y canciones sin sentido o juegos en la vereda o en el campo. Ella, se promete, no le cantará canciones con poco sentido.



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